Sin fecha de caducidad

No hay otra cosa mas motivadora para el principiante que conocer a alguien que después de toda una vida en el deporte continúa con su afición díaria año tras año


Cuando empecé a hacer deporte de manera habitual tenía 13 años, hacía flexiones, abdominales, caminaba mucho e iba a correr dos o tres días a la semana unos 20 minutos, desde luego no seguidos. A los 20 años hice un curso de entrenador nacional de atletismo y dejé de entrenar según me lo pedía el cuerpo para hacerlo de una manera más razonable y eficaz. Gracias a ello aprendí que con menos entrenamiento podía conseguir mejores resultados y entonces las marcas salieron, dejé de lesionarme cada temporada, estiraba todos los días, cambié mi alimentación para adaptarla al entrenamiento que hacía y el cuerpo fue respondiendo poco a poco a todo lo que le iba pidíendo: desde hacer 25 repeticiones de 200 metros a 36 segundos hasta dos diez miles seguidos en 40 minutos cada uno.
Con 23 años conseguí un entrenador que me ayudó a preparar competiciones federadas que exigían una preparación más específica y una disciplina que yo sólo no iba a imponerme, entonces logré colarme en los campeonatos autonómicos de campo a través y 10.000 metros en pista, poco después mis marcas en medio maratón y maratón bajaron varios minutos de golpe.
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Está claro que todo eso no se logra sin mucho sacrificio, especialmente para una persona joven que le guste salir de noche con sus amigos, aunque no beba ni fume que haría todo lo anterior imposible, dormir poco y el humo de los pubs echa por tierra la capacidad aeróbica los dos días siguientes, ni que decir que el domingo entrenaba zombi, aunque el ejercicio era más suave, los días de color rojo no existen cuando el cronómetro se cruza en tu camino.
20 años después de ese primer día, tengo mucho menos tiempo que entonces pero las mismas ganas de competir y mejorar, ahora sé cual es mi sitio en el deporte aunque siempre tengo en la cabeza esa última carrera que aún no ha llegado y puede ser la mejor de mi vida, seguramente porque cada vez que me acuerdo del estado de forma que tenía los primeros años acabo concluyendo que ahora estoy muchísimo mejor que antes, es más, cada año que pasa me veo en mejor estado de forma que el anterior aunque a partir de lo 44 tendré que ir bajando poco a poco el ritmo porque el cuerpo no responde igual que con 30 o 20.
El pico de fuerza y velocidad en el ser humano está en torno a los 24 años y el de resistencia hacia los 30 hasta los 38 o incluso los 42 años, pero no solo por eso me encuentro mejor cada año, también mi cuerpo asimila con más facilidad el ejercicio dada la costumbre que ha adquirido con los años de hacer frente al esfuerzo diario de realizarlo. Por otra parte, desde los 26 años ya no se renuevan todas la células del cuerpo y desde los 36 la masa muscular y la movilidad de las articulaciones comienza a decrecer, despacio en un principio y de forma acelerada más adelante, de la misma forma la grasa se acumula más fácilmente por lo que se tiende a engordar y el cuerpo se ensancha y después se va encogiendo.
Por lo tanto, hacer deporte no es otra cosa que luchar contra el tiempo, contra los achaques de la edad que aparecerán tarde o temprano, hacer que estos se retrasen y darse uno mismo una calidad de vida envidiable frente al resto de las personas. En las numerosas carreras populares que hay los domingos en las ciudades de toda España resulta fácil ver como gente de 50 años adelanta sin pestañear a participantes 2 décadas más jóvenes, por lo tanto es posible llegar a esa edad en mejor estado de forma de lo normal y la clave no es otra cosa que la constancia, mantener la ilusión, el gusto y la práctica del deporte como el primer día, pero en la medida de las posibilidades y de la capacidad de recuperación del cuerpo. Hay un ejemplo médico que demuestra como el deporte mantiene la juventud y es la regeneración que causa en las membranas celulares, concretamente en las proteínas intermembrana que a los ojos del microscopio electrónico se ven como unos pelillos que envuelven cada célula, según pasan los años estas proteínas van perdiendo eficacia y movilidad, en cambio comparando dos células entre dos personas de distinta edad en la que la mayor hace algún tipo de ejercicio habitualmente y otra más joven y sedentaria, se ve como en la primera sus células están en mejores condiciones acercándose incluso a las de alguien menor de treinta años, lo que demuestra que en efecto, el deporte rejuvenece.
Fuera de las competiciones de alto nivel entre los usuarios de zapatillas de atletismo, existe un espíritu distinto, una forma de ver la vida con más optimismo y esperanza, el desconocimiento de la enfermedad y la fatiga, en resumen es un estado de juventud perpetuo.

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