Los
años lastran la capacidad mental y física del individuo cuando se vive
de manera sedentaria, para el deportista el ejercicio es la puerta de
las emociones y del sentimiento de libertad que toda persona necesita
para una salud equilibrada.
Cuando empecé a hacer deporte en serio, es
decir, de manera metódica tres o cuatro días por semana, tenía 17 años,
estudiaba BUP y estaba enganchándome al tabaco por los motivos típicos
de la edad: mejorar mis relaciones personales, y es que entre clase y
clase las personas más interesantes, siempre con la visión de un
adolescente, bajaban cada hora a echar el pito, tres pisos abajo y otros
tanto arriba, hasta 5 veces al día, y desde luego entonces no tenía
ninguna intención de competir. Antes de eso, desde los 14 años, durante
los veranos estaba todo el día o encima de la bici de un lado a otro o
subiendo y bajando montes y el resto del año unos dos o tres días a la
semana iba a andar por los montes cercanos, además en casa hacía
flexiones y abdominales así que mi aspecto era bastante majo aunque me
faltaba forma en la piernas y muchísimo fondo. Según iba saliendo los
sábados por la noche con mis amigos a beber a las siete calles de Bilbao, también
caía algún que otro cigarrillo y a pesar de que no me llegaba a
emborrachar siempre terminaba con un buen punto y lo peor de todo es que
ya le estaba cogiendo el gusto a aquella forma de vida. Además, algunos
de mis compañeros de salidas tenían un plan parecido al mío y su
aspecto físico no era malo, estaban en equipos de fútbol, balonmano...
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Sin embargo en pocas semanas comencé a tener
en consideración el paso del tiempo y cómo quería verme yo con más
años, pensé en que si seguía por ahí cada vez me costaría más dejarlo y
empecé a fijarme en personas un poco mayores, con diez años más, con
veinte más que yo con ese estilo de vida y me daba cuenta que el cuerpo
atlético que se tiene con 17 o 25 años no dura siempre si no se hace
algo por ello. Sabía que la respuesta era el deporte porque múltiples
modelos como deportistas de alto nivel y actores así lo demostraban y
que por el camino que estaba comenzando a andar jamás llegaría a mi
objetivo, que no era otro que tener un buen aspecto físico el mayor
tiempo posible, si es hasta el momento de mi muerte por la edad mejor,
aunque no pueda evitar la piel arrugada bien podría tener unos músculos
activos y prolongar un nivel de vida y salud envidiable entre mi
generación. Por otra parte quería seguir yendo al monte pero cada vez
tenía menos tiempo, quería quitarme el estrés de los exámenes y estudios
sin tener que estar pendiente de no pasar toda la tarde fuera de casa
para aprovecharla mejor, ¿por qué caminar cuatro horas si corriendo puedo abarcar la misma distancia en hora y media?,
estás dos cosas fueron los detonantes de mi proyecto personal de salud y
después de tantos años siguen en mi cabeza con la misma fuerza que aquel
día.
Ahora tengo 34 años aunque siempre me ponen
varios menos, generalmente menos de treinta, cada vez me encuentro
mejor y en la calle me cruzo contados con los dedos de una mano a otra
persona de mi edad y mi forma física, y es verdad, esos pocos son
deportistas. Según me miro en el espejo me veo igual que cuando tenía 24
años, peso lo mismo que he pesado durante toda mi vida excepto 5 kilos
más que cogí cuando hice el Servicio Militar y que luego bajé a razón de
kilo por mes, nunca he dejado de entrenar habitualmente y mirando al
futuro me veo con 40 años exactamente igual que hoy, supongo que algo
cambiaré pero recordando a los amigos de entrenamiento que tienen esa
edad hoy sé que no mucho, sin ir más lejos tengo un conocido con el que
suelo entrenar kilómetros que tiene la edad de mi padre y nunca hacemos
menos de diez. Y mientras pasen los años, aquellos alumnos del
bachillerato, perderán pelo, movilidad, agilidad, reflejos, engordarán e irán peinando canas.
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