Mi primera San Silvestre



Quedan pocos días para una de las carreras más bonitas del año, que disfrutarás de principio a fin dejando el cronómetro a un lado.
            Aunque pueda no parecerlo, en el año creo que 2000, Bilbao aún no tenía su carrera de fin de año, Gijón, por ejemplo, donde había pasado ya alguna noche vieja sí la tenía, pero en mi ciudad los aficionados a las carreras debíamos trasladarnos a otras localidades para  disfrutar de esta fiesta del deporte popular.
En aquel entonces la más conocida en Vizcaya era la de Galdácano, era nuestra San Silvestre vallecana particular porque a ella acudían los mejores corredores de la región, daban buenos premios en metálico, podías ver a las figuras del año todas juntas y su circuito era por vueltas en una sola calle al estilo de las millas urbanas, una carrera para disfrutar del fondismo de semiélite, personas que a lo largo del año viajaban por toda España marcando mítines y campo a través en su calendario, los grandes Javier Galindo, Cristina Petite, José Luis Carnero, Amaya Piedra, Javier Castro… y otros que se fueron añadiendo, las nuevas generaciones se daban cita.
Para aquellos como yo que nos gustaba más las distancias largas, viajaba con mis compañeros del barrio a Sodupe, un pueblo a unos 15 minutos de Bilbao en dirección a Burgos, que en aquel entonces tenía una carrera por vueltas en un circuito de 2 kilómetros, que cogía un poco de población, otro poco de carretera y otro poco de plazuela sin asfaltar y además empezaba de día y terminaba de noche ya que empezaba como a las 6 de la tarde.
Al poco tiempo apareció la San Silvestre de Recalde, unos de los barrios pegados al Pagasarri en Bilbao. Esta carrera organizaba un concurso de disfraces al mismo tiempo que se celebraba y al término obsequiaba a todos los participantes con una taza de caldo hirviendo con la que te paseabas un rato hasta que bajase suficiente la temperatura como para poder beberlo, por lo demás era una distancia corta de unos 7 kilómetros en un ambiente entrañable donde podías encontrarte al vecino que jamás habías visto entrenar pero no quería perderse aquello. Después se daban los ganadores al grupo mejor disfrazado, un poco de música y todos a casa, a preparar la cena y quien tuviera tiempo a beber unos zuritos con los amiguetes del barrio o de trote.
¿Recuerdas alguna San Silvestre en particular?  Coméntala y demos a conocer su disparidad en una competición patrimonio de nuestros municipios y clubes.
Feliz Nochevieja y entrada al Año Nuevo 2017.

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