Voy a correr, mis primeros pasos

 Han pasado tantos años que ya casi ni me acuerdo de mis primeros días de trote en aquella carretera que unía Bilbao con Galdácano por el monte Artxanda, el Avril..., aquel año en que decidí que quería comenzar a hacer deporte seguido para tener mejor forma física, estar más fuerte, ser más atractivo, que las tardes no se hagan tan largas, tener un proyecto personal a largo plazo... tantos motivos por los que puede empezar un joven de 17 años. 

Haciendo memoria recuerdo la ropa que llevaba, no muy adecuada pero que permitía moverse bien, era cómoda, la misma que había llevado en mis correrías montañeras en verano, ya que empecé con el inicio de curso en mi último año de instituto, en septiembre, un mes donde todavía hace calor suficiente para ir en manga corta y el dia aún es largo. 


Caminos del monte Ganguren, cerca de Bilbao, una de mis primeras rutas de entrenamiento. 


Llevaba unas zapatillas Puma blancas, no muy adecuadas para correr pero sí para caminar, de hecho en unos meses acabé con la suela rajada, quizá no eran tan buenas después de todo. Unos calcetines de deporte blancos y largos, por aquel entonces no conocía esos de tobillo corto tan cómodos que hay ahora, no sé si existirían ni lo fácil que podía ser encontrarlos, estamos en el año 1997 y a parte de tiendas de deporte especializadas en fútbol las mayores novedades estaban en el centro comercial Bilbondo en Basauri, donde creo que había un Forum Sport, el antepasado de Decathlon. Mi pantalón era una bermuda verde oscura sin bolsillos, estos se sustituían por una riñonera azul que llevaba con la llaves, estaban de moda entonces, con un pañuelo y alguna otra cosa, sin dinero creo, en mi ruta no había tiendas, ni transporte público, ni taxis..., era la aventura total, tampoco es que fuera inhóspito, era una carretera en la ladera de una serie de montes bajos con alguna casa de campo cerca, sin núcleos de población, de hecho aún sigue siendo así. Completaba mi vestimenta una camiseta de algodón que en ocasiones estaba bastante usada, no sucia, al final era una ropa que iba a lavar cada día por el sudor del ejercicio. En invierno usaba un chándal de Tactel negro, un tejido que estaba de moda en aquella época para la confección de ropa deportiva, y si hacía frío o habia posibilidad de lluvia, me ponía un chubasquero con choto ajustable.

En varios meses que estuve corriendo así, como de septiembre a marzo, aprendí muchas cosas interesantes e hice mi cuerpo a la carrera a pie. 

Mi rutina era la siguiente: subía a Archanda por cualquiera de los caminos que habia, caminando, ya arriba hacía 5 minutos de carrera y 5 minutos de caminata hasta completar unos 6 kilómetros en total, tardaba cerca de 1 hora ya que después bajaba también caminando hasta mi casa. Es decir, solo corría en la parte llana de arriba. A pesar de eso me sirvió para ganarme mis primeras agujetas por motivo del movimiento seguido de las piernas en la carrera más que del esfuerzo, porque yo en aquella época del año estaba con fuerza de ir con la bici de un lado a otro en el pueblo de veraneo, lo que me ayudó a aprender otra cosa que describiré más adelante.

En las primeras semanas la carrera se convirtió en una lucha por ganar fondo, ya que esos 5 minutos se me hacían muy pesados, el corazón me latía en la sien y me salían ampollas en la planta de los pies y sobre todo en los dedos. Los calcetines rozaban, las zapatillas se hacían duras, la planta del pie quemaba y en casa debía curar las ampollas que se abrían y cubrir las que aún no. Me ponía una tirita en cada una y listo, tampoco es que fueran tantas, quizá hasta dos en el mismo pie, pero mi voluntad era fuerte y no iba a esperar a que se curara cada una para seguir corriendo. 

A veces también me daba flato, ese dolor agudo en el costado que no te deja respirar bien, sucede al coger aire por la boca en vez de por la nariz y expulsarlo por la boca como se debe hacer, o me daban ganas de ir al baño, para orinar no había problema pero para defecar debía esperar a llegar a casa y a veces tenía que dejar de correr para poder aguantar, con el tiempo, la necesidad y la experiencia acabé quitándome ese problema de encima, nunca mejor dicho. 

Mi ritmo era lento, pisaba mal, con el talón, no estiraba, aunque me tomaba en serio mantener una buena alimentación y empecé a cocinar yo mi propia pasta, hacer un buen desayuno con muesli, comer más fruta..., leía un montón sobre la carrera a pie, biografías de antiguos corredores, los entrenamientos de los actuales que se publicaban en revistas como Atletismo español, un clásico editado por la federación española de atletismo o la más popular Corricolari. 

Pero eso no evitó que llegaran las temidas lesiones, la primera de ellas era evidente, aunque de eso me enteré después, aquello que aprendí desde el comienzo, fue por mi costumbre de dejar de correr en verano, en el que dedicaba todo el tiempo a la bici y volvía después a correr, más tarde tuve alguna de tobillo y en los gemelos. Todas por falta de técnica de carrera y no hacer estiramientos. 

Pero la inicial y más importante porque era previsible y evitable era el síndrome tibial, se trata de una inflamación en la parte delantera media de la tibia y se producía al acostumbrar a los músculos a andar con la bici y pasar después a la carrera a pie, a los 2 o 3 meses del cambio aparecía sin falta.

El resto de lesiones que tuve; un dolor creciente en el tobillo se debía a la falta de costumbre en el ejercicio de la carrera, son muchos pasos seguidos salto a salto y todas las articulaciones: tobillos, rodillas y caderas, sufren bastante a medida que se mejora muscularmente y se van aumentando los kilómetros. 

Las demás se trataban de contracturas de los gemelos por no estirar casi nada y una mala técnica de carrera, ya que me apoyaba en el talón al caer el pie, como dije anteriormente. 

Dos años más tarde, todo eso iba a cambiar, después de lesionarme cada vez que me ponía en forma y juntarme con otros corredores de más experiencia. Para ese momento, la falta de respiración y la sensación de que el corazón iba a salirse del pecho había desaparecido, tenía un mayor control del ritmo y mi frontera estaba no en la cantidad de kilómetros, sino en su intensidad, ya no era la carrera quien me dominaba si no que yo podía regular el esfuerzo, era un gran avance y sobre eso podía construir un buen fondo físico con el que rebajar mis pulsaciones durante el entrenamiento y en reposo.

Comentarios

  1. Que gracioso, los comienzos están llenos de anécdotas

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  2. Hay algo casi tan bueno como salir a correr al monte, y más si es el norte, y son la amistades de entrenamiento

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